lunes, abril 05, 2010

TODAS ÍBAMOS A SER CANDY







Son las tres de la mañana del miércoles 31 de marzo. No me puedo dormir. Me siento acalorada y molesta porque estamos a fines de marzo y aún no baja la temperatura. No puedo cerrar una pestaña y me resisto a tomar las pastillas para dormir de mi mamá. Quiero descansar naturalmente y no gracias a que una cantidad de componentes químicos me lo ordena. Entonces me levanto y abro un poco más la ventana, miro hacia fuera y creo que me encantaría caminar de la mano con un chico lindo por las calles llenas de adoquines. Sería romántico. Quiero volver a tener un amor apasionado que me haga escribir cartas y llorar de desconsuelo. Pero no lo tengo. Miro mi dormitorio y sólo tengo un pequeño netbook. ¿De qué me podría servir?

Entonces me acerco a él y lo prendo. Sé que a esa hora no hay nadie conectado y mis ojos no están para leer noticias, ni copias digitales de algún buen libro. Entonces me envalentono y me dan ganas de hacer algo que no he hecho, meterme a uno de esos chats eróticos de los que tanto habla mi amiga Loreto. Y lo hago, busco alguno que se vea más o menos serio, de todos los que aparecen en Google, y me inscribo. Nombre falso, apellido falso y un nick que no tenga nada, pero nada que ver conmigo por si me arrepiento nunca más me contacten.

Entonces, inmediatamente, me habla un mexicano y en verdad me complica, es primera vez que lo hago y a pesar de mis ínfulas de mujer moderna, la idea de chatear con un desconocido me incomoda un poco. Sin embargo, lo hago. ¿Qué más da? Estoy sola como un dedo, mirando al techo y esperando que un príncipe azul llegue arriba de un caballo blanco. ¡Las pelotas! Afuera no se mueve ni un alma y, con la suerte que ando, no va a llegar un tipo guapo ni en carreta.

Estoy aburrida de esperar eso que no llega. ¿Y si me paso la vida en eso? El otro día hablando con una amiga, llegamos a la conclusión que ver Candy cuando niñas nos embarró la psiquis. A partir de Candy, siempre buscaríamos un príncipe bueno como Anthony, o malo y atormentado como Terry. Pero siempre esperaríamos algo. Algo que no llega. Yo espero a Terry. Siempre me ha gustado el malo de la película. El que dice pesadeces. El que se va sin avisar. El que sufre escondido. Maldito mono animado. Malditos japoneses creándonos enamorados inexistentes.

Entonces, miro la pantalla del netbook, y digo: “¿Qué tanto si contesto? ¿Tengo que darle explicaciones a alguien? ¿Algún muchacho se sentirá mal si sabe que me la pasé una noche de miércoles chateando con un desconocido y prometiéndole encendidos encuentros sexuales, cuando en verdad ahí sí que no me atrevo? No pues. A nadie le importa. Sólo sería feo si me llamara Candy y debiera ser siempre inocente y subirme traviesa a los árboles: pero me llamo Teresa y tengo treinta y tres años. Así que dele nomás. Chatee sin miedo”.

Y me hablaron y hablé y me proyecté con el chico mexicano, que fue extremadamente detallista en representar un coito. Me explicó cómo sacaría mi ropa lentamente, cómo besaría mi nuca y otras cosas muy, pero muy osadas, aunque extrañamente siempre con buen gusto. Me excité por eso y recurrí, como era obvio a la autosatisfacción. Después le dije “Buenas Noches” y sería todo. ¿Era eso a lo que yo le temía tanto? Definitivamente lo pasé harto bien, aunque veo difícil repetirlo. Sigo esperando el romance. El sexo así, por sí solo, me parece fome ya. Ya tuve un encuentro la semana pasada. Hoy quiero ser seducida y hacer el amor con la potencia de 100.000 caballos de fuerza, pero en medio de un romance. Espero a mi Terry y el amor desenfrenado.

El insomnio de la soltería nos hace pensar tantas cosas. Más bien debe ser la soledad. Las noches no son fáciles cuando no se tiene alguien al lado. Pienso que si Candy fuera real, ¿estaría soltera? Lo más probable es que sí. Lo más probable es que hubiera estado chateando de noche con un tipo desconocido, buscando placer y compañía. Lo más probable es que hubiera estado aburrida de tanto príncipe lindo, pero inservible en la vida real. Harta de las rosas de Anthony y los desprecios de Terry. En fin, una siempre quiere lo que no tiene.

Yo no quiero seguir estando sola.


Todas íbamos a ser Candy
Columna Hot 05/04/2010
Revista paula
Por Tere Campano