DURANTE TANTO TIEMPO RESPIRÉ ASÍ, AL CAMINAR MIS PIES TENÍAN RABIA, MIS MANOS TENÍAN RABIA, MIS OJOS TENÍAN RABIA. LOS POBRES MUEBLES RECIBIERON EMPUJONES, LAS HOJAS APRETONES. DE MI GARGANTA SALÍAN GRUÑIDOS GUTURALES, QUE BAJO ALGUNAS PALABRAS SE HACÍAN MÁS FUERTES, MÁS GRAVES, MÁS PROFUNDOS. EL MONSTRUO NO ESTABA SOLO, ERA PARTE DE MÍ, TAL COMO LO ERAN MIS MANOS Y MIS PIES. Y SIN EMBARGO, LA FUERZA QUE GENERA ESA MISMA RABIA PODRÍA BIEN SERVIR, PARA CORRER MÁS RÁPIDO, PARA HABLAR CON MÁS FUERZA Y CONVICCIÓN, PARA PLANTARSE MÁS FIRME ANTE LOS DEMÁS, PARA CONVENCER, TAL VEZ.
LA ÚLTIMA VEZ QUE TRATÉ DE CONVENCER NO DIÓ RESULTADOS POSITIVOS, EN VEZ DE OCUPAR LA RABIA, ABUSÉ DE LA FELICIDAD QUE SENTÍA EN ESE MOMENTO, ESA FELICIDAD QUE BROTA DE NUESTRA ALMA SOLO CUANDO NOS ENAMORAMOS...